Amistad = A mi estado

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Amistad= A mi estado. La amistad es, desde lejos, la experiencia humana que más he experimentado hasta ahora. Vivir relaciones de amistad es un regalo de vida.

Un buen amigo es muy valioso. Muchas veces tomas conciencia de su valor cuando él o ella deja de estar en tu vida. Pero no te preocupes, siempre llegarán otras personas a tu vida porque, en realidad, se está presentando un cambio de estado en ti.

Déjame contarte un poco mi opinión sobre el tema. En muchas ocasiones, mi relación de amistad ha sido bastante intensa; incluso, a veces, hasta fusional. Era como encontrar una nueva familia, un nuevo hogar que sentía como mío. Crecí, aprendí, disfruté… pero también sufrí.

¡Qué curioso que algo tan maravilloso pueda también llevarte a algo tan doloroso!

El concepto “de amistad = A mi estado” explica todo eso.

Yo no era, digamos, de los chavales más desarrollados para fluir con la gente, sobre todo, en el trayecto que va desde la niñez hasta la adolescencia. Era bastante tímido y sentía mucho miedo a la hora de relacionarme con los demás.

Como si fuese un actor, interactuaba con el entorno siguiendo un guión que yo mismo inventé en mi mente: sobrevivir a nivel emocional. De cara al público aparentaba algo muy distinto de lo que sentía a nivel interno, ya que en mi interior estaba muerto de miedo.

Aunque tuviera esa laguna emocional que se apoderaba de mí casi a diario, residía algo en mí que me empujaba en actuar para el bien de las personas. Desde niño quería que todo el mundo estuviera feliz, no entendía en absoluto el mal y era un fanático de la protección hacia las personas a las que llamamos o consideramos “débiles”.

Amistad = A mi estado: Comenzamos.

De chico, recuerdo que tenía un gran compañero de clase, teníamos como 4 o 5 años, él se llamaba Michael (te mando un fuerte abrazo estés donde estés). Recuerdo que pasábamos mucho tiempo juntos, algo de lo más normal entre niños.

La cosa es que Michael era un pelín diferente de los demás, tenía una discapacidad física bastante importante, lo que le hacía estar algo apartado de los otros niños.

Yo no lo veía así; al contrario. Para mí, Michael era un súper compañero.  Lo consideraba igual que al resto. Me lo pasaba bien con él y punto.

Después de varios años pasando por diferentes establecimientos escolares y, más tarde, por distintos países, he seguido atrayendo a personas con “comportamientos especiales”.

Personas que estaban “marcadas” como diferentes para el resto de los grupos. Siempre he intentado unir a todo el mundo en grupos y luego intentar agrupar dichos grupos entre sí. Dedicaba mucha energía a esto porque anhelaba la cohesión y el espíritu de equipo.

Años después, me di cuenta que tenía como un “plus” para detectar a las personas con mayor nivel de sufrimiento y crecimiento. O, simplemente, a personas con un alto potencial aún por desarrollar. Ojo, todos tenemos potencial pero no todos lo aprovechamos; yo el primero. Estoy en un viaje constante de cambios y mejoras para aprovechar mis dones.

¿Es cansino?  Sí.

¿Puede agobiar la gente a tu alrededor?  Totalmente.

¿Vives lo que quieres vivir?  De lejos, pero siempre se puede optimizar.

¿Vale la pena?  Ha sido mi salvación para vivir en este planeta.

Una vida entrenando.

Todos vivimos cosas pero pocos intentamos realmente comprender, estudiar y modificar nuestra vida para vivir situaciones mucho mejores. De ahí este artículo: Amistad = A mi estado. Cuando comprendí esa mecánica frente a las relaciones todo cambió.

La amistad es, desde lejos, un pilar fundamental en la evolución de muchos seres. Para mí es fundamental estar conectado a seres con los que puedo compartir diferentes vehículos emocionales. Algunos siguen sin haber experimentado relaciones profundas y otros, como es mi caso, hemos podido experimentar la abundancia  emocional extrema.

El secreto es el equilibrio. Vivir conectado con lo que te corresponde en el momento presente; así, todo fluirá relativamente bien.

La amistad, para mí, ha tenido varias facetas hasta el día de hoy. Con Michael, por ejemplo, sentía que éramos, en su momento, como uña y carne: ¡Éramos los mejores amigos del mundo! ¿Cuántas veces he podido repetir este patrón? Pues… bastantes.

Al poder experimentar ciertas etapas de la vida desde la plena abundancia emocional comprobé que cualquier cosa lleva varias capas de distintas realidades. Todo tiene su pro y su contra, lo suyo es que la balanza se incline hacia el pro.

Por lo tanto, el concepto de amistad fue evolucionando según los años fueron pasando. Por vivir numerosas relaciones de amistad me di cuenta -tarde- que, aparentemente, nada era eterno. El concepto de “eternidad” en las relaciones depende de que varias personas decidan caminar y evolucionar en la misma dirección, pero no siempre de la misma forma.

El simple hecho de querer crecer juntos hace que el grupo siga unido. De lo contrario, suele haber conflictos, separaciones y, para la gran mayoría, mucha represión.

Vivir la amistad desde la abundancia -entiendo por abundancia: numerosas relaciones de fraternidad, más allá de un vehículo familiar por mi parte- dio, como consecuencia, vivir también numerosos conflictos y apegos bastante potentes. Claro, en este planeta, mientras más apego sientas por algo o alguien, más probabilidades tendrás de desarrollar alguna clase de dependencia emocional.

Y, como sabes muy bien, depender de algo te hace más “débil”; somos humanos. Pero estamos aquí para aprender juntos y avanzar en el camino de la independencia emocional.

Entonces amistad = A mi estado. Claro, al tener apegos, es decir, pasar horas, días y meses con el mismo grupo, yendo juntos a todos sitios o estar en la casa de uno o de otro, se crea un vínculo afectivo bastante importante.

Por regla general, solemos conectar con personas que son de nuestro mismo “modelo”. La frase: Dios los cría y ellos se juntan, viene perfecta en el sentido positivo de las palabras. Solemos juntarnos con personas semejantes a nosotros. 

De ahí la noción de grupo, fan y equipo. Es algo completamente normal y funciona bastante bien. El hecho de compartir una temática en común hará que el punto de unión sea dicha temática.

Los lazos emocionales entre seres se crean a base de emociones compartidas más tiempo.

Por lo tanto podemos desarrollar la ecuación siguiente: Humanos + tiempo juntos + emociones compartidas= lazo emocional (si además se desarrolla un grado de afinidad elevado entre los miembros, ese lazo emocional será mucho más potente). 

Un amigo es una persona con quien hemos pasado tiempo y con quien hemos compartido emociones (positivas). Cuando esas emociones se instalan en nosotros, entramos en un esquema de confianza, lealtad, valores… Además, se crea el deseo de estar juntos.

Amigos de la infancia

Pero, ¿qué ocurre con los amigos de la infancia? Muchas veces, sobre todo de adulto, por más que haya habido separación durante largo tiempo, el vehículo afectivo y, sobre todo, la emoción, siguen existiendo.

Las personas que siguen al mismo club de fútbol, de boxeo, de surf; las personas que estudiaron en la misma escuela, instituto, universidad, etc… por muchos años que pasen sin verse siguen conectadas por esos recuerdos (experiencia atada a una emoción).

Todo irá según la intensidad y duración del vehículo emocional establecido. A mayor intercambio de experiencias, sobre todo en la niñez, mayor será ese vehículo emocional o sentimental que se anclará en nuestro ser.
El simple hecho de volver a cruzarnos con alguien del pasado nos hará reconectar con ese campo emocional.

En mi caso he podido comprobar que ese vehículo de la infancia sigue ahí atado gracias a los recuerdos compartidos (emoción+experiencia+pasado), pero no tiene porqué corresponder a la realidad de nuestro presente.

Según el rumbo y la toma de conciencia de cada uno durante este tiempo de ausencia, es perfectamente posible que, nuevamente, tus amigos se acoplen de nuevo en tu vida presente y que sigáis juntos, como en tus recuerdos o memorias. Pero déjame dudarlo.

El concepto funciona exactamente igual para cualquier ser que ha estado cerca de ti. Es vital que en ese momento presente estéis acompañados de un interés en común y, sobre todo, queráis construir, en sintonía, una nueva memoria para llenarla de nuevos recuerdos. De no ser así, habrá separación de nuevo.

Recuerda, lo que nos une es nuestro estado del momento.

Volviendo a la infancia, lo curioso es que, debido a lo diferentes que eran muchos de mis compañeros, he podido conectar, a lo largo de mi vida, con personas muy distintas entre sí; gracias a esto he logrado desarrollar un vehículo de amistad bastante potente con personas muy diversas y de ámbitos completamente diferentes.

En su momento no entendía la lógica, ni el por qué, y tampoco el para qué. Simplemente me dejaba fluir porque me sentía bien. Todo comenzó a cambiar cuando aparecieron varios tipos de conflictos.
Hasta casi los treinta años de edad sufría, en mi interior, por el hecho de sentirme “solo”. Por más que estuviera rodeado de gente, seguía sin sentirme comprendido.

Y me dirás:

-Con tanta amistad, deberías haberte sentido muy feliz.

Si y no. Una parte de mí se realizaba a nivel emocional, pero otra parte seguía siempre incomprendida y sola. Muchos amigos comparten cosas en común. Han tenido que aguantar mis malas caras y mis malos momentos. Tampoco me entendían, pero me querían -el amor es un ingrediente vital en la relación afectiva, pero por sí solo no es suficiente-.

Sin embargo, a la misma vez, veía que podía sintonizar con un montón de gente distinta. Siempre hacía cosas para que las personas estuvieran más unidas. Intentaba crear cohesión en vez de división. Me hacía y me sigue haciendo feliz contemplar que las personas estén juntas y conectadas. Vivir sin amigos está descartado en mi vida.

Esto es una de las claves del éxito de la integración social.

Pero, por más que estuviera muy unido a grupos y personas, me sentía solo. Únicamente, una pequeña parte de mí se veía reflejada en ellos. Esto no quiere decir que mi amor por ellos -personas y grupos- no sea incondicional.
Siempre he sido fiel a mi palabra. Cuando contraigo un pacto de sangre con una persona, no lo destruyó jamás. Para mí, un amigo es para toda la vida.

Descubrí, a través de los años y de diferentes experiencias, que, en realidad, las cosas funcionan de una manera mucha más simple. Y, ahora, compruebo que funcionan, también, de forma interesante.

Con el paso del tiempo, me di cuenta que ser fiel hacia los demás requería, ante todo, ser fiel hacia uno mismo. Con dolor y sufrimiento aprendí esa gran lección.

Me “separé” de mis amistades, familia, pareja, estructuras, cultura, etc. A pesar de quererlos mucho, mi estado interior estaba pidiéndome a gritos “no estar más ahí”. Si pretendía vivir lo contrario me ponía enfermo.

Ser fiel ti mismo requiere coraje, valentía y honestidad; sobre todo hacia ti mismo. Te invito a contemplar cómo realmente te sientes con todo lo que te rodea, sobre todo, con las personas más cercanas a ti.

¿Quieres estar con ellos?

¿Quieres seguir creciendo donde estás?

¿Quieres vivir y crear nuevos recuerdos con los que están en tu vida ahora?

Para mí, en muchas ocasiones, se instaló un NO como respuesta. A pesar de quererlos mucho, mi sentir cambió y advertí que tenía que echarle cuenta a este nuevo sentimiento, si no, notaba que podría llegar a enfermar.
Por supuesto, ese “no” se originó a través de ciertos detonantes: un conflicto, un desacuerdo, reproches, críticas, mentiras, secretos ocultos.

Cuando destapas “una verdad” puede que, más de una vez, lleves puestas las gafas que no eran.

Como te acabo de contar he “perdido” y me he separado de muchísimas personas -familia, amigos, parejas, lugares, etc.- por el simple hecho de ser fiel a mí mismo.

-¿Qué pasa Seba con tu palabra de honor?

Sigue, bien presente, conmigo  mismo; pero quedarme más tiempo con ciertas personas o en ciertos lugares me hacía sufrir intensamente. Llegaba al límite en muchas ocasiones. Por supuesto, esto no sucedía de la noche a la mañana. Ha habido veces en las que esa fraternidad se ha podido activar de nuevo, pero decidí no hacerlo y renunciar a todas las ventajas que podría haber conseguido para poder quedarme solo, conmigo mismo.

¿Qué ocurre?

Para muchas personas, tanto el concepto de relaciones sociales como el concepto de amistad -sobre todo éste- suelen establecerse en la duración del tiempo y, de por sí, tienen razón. Ahora, que duren de forma física únicamente, es decir, seguir en presencia de personas que ya no corresponden a como eres como persona, es algo distinto.

En el artículo el amor elástico hablamos que el concepto de amar a alguien se encuentra dentro de ti, no fuera. Amar es diferente a querer. Puedo querer a mi amigo Pablo pero, si lo amo, mejor.

Amistad: Amar y querer

Déjame aclarar estos conceptos con un ejemplo:

Pablo y yo somos amigos desde hace 10 años. Solemos quedar a menudo y compartir nuestras batallitas y forma de ver la vida. Tenemos el hábito, desde hace 3 años, de quedar todos los viernes por la noche para tomarnos algo y contarnos qué tal va todo. 

Un día, Pablo me cuenta que decide marcharse para vivir una experiencia fuera del país. No sabe cuándo va a volver. Le apetece explorar el mundo y descubrir quién es.

Como quiero a Pablo, una parte de mí se alegra -no le pasa a todo el mundo-, le deseo lo mejor y le apoyó en su decisión. Pero otra parte de mí se siente triste.
Voy a estar más solo. Ahora, los viernes serán diferentes. ¿Con quién hablaré yo ahora de mis historias?

El hecho de amar a Pablo conlleva un resultado semejante al hecho de quererlo, pero el soporte emocional es completamente distinto. Sabes perfectamente que Pablo y tú estáis conectados aunque miles de kilómetros os separen.

Apoyas completamente la necesidad de tu compañero y estarás deseando que explore lo máximo que pueda y que disfrute lo mejor posible de esa nueva experiencia para luego contártelo y, tal vez, un día poder también viajar juntos.

Esta historia suena muy bien cuando está enfocada de manera positiva pero, en muchas ocasiones, he podido asistir a todo lo contrario.

Cuando uno se queda en el “querer”, solamente poseerá apegos (de pegamento), por lo tanto, si alguien te quiere mucho, es decir, está muy “pegado” a ti, el simple hecho de que te marches no le hará tanta gracia. Cientos de veces he podido experimentar cambios, decisiones, rechazos, celos, peleas, rabia, frustraciones, conflictos, gritos… de las personas que más me querían.

También he podido contemplar, en numerosas ocasiones, estas reacciones en las relaciones de las diferentes personas y grupos de mi alrededor.

En el momento que alguien se ofusque por algo que te hace mucha ilusión y que te hace sentir feliz -todo es relativo- esa persona puede que te quiera, pero no te ama -en el sentido literal de la palabra-.

Amar es un acompañamiento sin juicio -creo que he amado muy poco en mi vida; estoy en ello-. Amar de forma elástica te permite estar con las personas queridas estén donde estén y apoyarlas desde el corazón. Es un sentimiento muy agradable que pocas personas -por lo menos que haya podido observar hasta ahora- viven con sus seres más querido.

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De ahí amistad = A mi estado. Reflexiona bien sobre esto. Los seres queridos que te acompañan durante el camino son los seres que irán evolucionando contigo. Que los quieras o ames no importa tanto porque, simplemente, están ahí para acompañar tu evolución; tú también acompañarás la de ellos.

El seguir con el mismo grupo de siempre significa que evolucionáis  juntos. Puede que sea perfecto o puede que no, todo dependerá de cómo te sientas a nivel emocional.

En mi caso ha sido todo lo contrario. He tenido que separarme o alejarme de muchos a los que sigo amando profundamente. Pueden contactar conmigo si lo necesitan, mi puerta seguirá abierta pero me he visto en la necesidad de marcharme y seguir creciendo desde mi campo evolutivo.

CAMPO EVOLUTIVO: ¿Quién te acompaña?

¿Qué entendemos por campo evolutivo? Llevo, desde hace años, una trayectoria a la que llamo camino evolutivo consciente. Consiste, básicamente, en aprender y, sobre todo, comprender quién eres, cómo vas y quién te acompaña.  En este artículo hablamos, sobre todo, de con quién está acompañado uno mismo.

Tus amistades corresponden a tus estados de aprendizaje en tu vida presente. Según quién te rodee tendrás parte de ti reflejada en él o ella y viceversa. Es así de simple. Cambiar de amistad significa cambiar de estado.

Ni está bien ni está mal es, simplemente, un cambio de estado. Si sientes una necesidad urgente de vivir y explorar otra perspectiva, sé coherente contigo mismo/a y experimenta el cambio.

un cambio en tus relaciones significa, también, un cambio en ti.

Si por el simple hecho de ser quien eres -muchas veces ni tenemos idea- comunicarte con tus seres queridos o simplemente el hecho de alejarte de los que te han acompañado hasta ahora te aterroriza, no lo hagas todavía. Lo suyo es ir desde la armonía -es más fácil decirlo que hacerlo, lo sé-.

En mi caso, han sido muchas veces y a base de palos muy fuertes (leer: Los 3 conceptos para cambiar tu vida radicalmente) que tuve que aprender esa lección “básica y fundamental”. Gracias a ello, abracé el hecho de saltar en el cambio y dejar ir a varias relaciones con las que compartí muchos años de mi vida.

Existen diversos detonantes -hablamos de acciones realizadas por la otra persona hacia ti- para que se produzca el cambio: traición, rechazo, mentiras, que se pierda el contacto…

Puede ser algo bastante duro. Te sentirás tal vez como fuera de sitio y, además, si son personas muy importantes para ti, sentirás cierto grado de desnudez emocional. Es como estar muerto en vida. Prepárate entonces para un cambio bastante interesante.

Este proceso será incomodísimo hasta que reconstruyas una nueva realidad sin ellos, o con ellos, pero desde otra perspectiva.

Ahora tenemos que entender el por qué y, sobre todo, el para qué de todo esto. Muchas veces es más sencillo de lo que podamos pensar.

Si pudieras vivir constantemente bajo un estado emocional empoderador sería genial. Tendrías muchos menos dolores de cabeza y sufrimientos. Y, por supuesto, este tipo de situaciones no existirían u ocurrirían de la misma manera.

Aprender de los cambios de estado.

La historia de “Hugus” el maestro mariposa.

Hugus es un gusano bastante alegre que siempre disfruta de los dones de la madre tierra. Le encanta gusanear por el suelo, rebozarse como una croqueta en la tierra húmeda y, sobre todo, comer. Pasa gran parte de su tiempo explorando los beneficios del suelo para encontrar comida. Tampoco le podemos pedir mucho, es un gusano.

Hugus no come, engulle -y bastante-. Cuando tiene la oportunidad de toparse con algo exquisito se vuelve un devorador implacable: no tiene fin a la hora de dejar de comer.

-Vaya, niño, comes con mucha ansiedad -le dice su compañera gusana Fera.
-No puedo evitarlo Fera, necesito comer, y mucho. Me encanta sentirme lleno.

-Mírame -le ordena Fera-. Yo me contengo, mantengo el tipín. No como tú, que te da igual todo y siempre haces lo que te parece oportuno.

-¡Fera! Solamente sé que tengo hambre, por lo tanto, como. Tal vez deberías hacer como yo y no privarte tanto. Al final siempre estás de mal humor.

-¿Mal humor? -dice Fera con un tono de reproche-. Sé que no quiero ser como tú. A ti de da igual todo.
A partir del momento en el que comes y gusaneas, eres feliz.

-Pues sí -contesta Hugus con la boca llena-. Soy muy feliz así.

Hugus y Fera solían pasar gran parte de su tiempo juntos. Se habían encontrado una vez debajo de un hoja de eucaliptos. Hugus se la estaba comiendo y Fera aprovechaba la sombra de la hoja para taparse un poco del sol. Decía que estar mucho al sol no favorecía el brillo de su piel.

Para serte sincero no sé si la piel de gusano tiene o no mucho brillo. Pero para Fera sí que era importante. Por lo tanto, si ella lo dice, será así.

Desde entonces vivieron muchas experiencias juntos. Siempre existía un poco de tensión entre ellos. A Fera le encantaba meterse con Hugus pero, más de una vez, le entraba un poco de celo. Hugus hacía cosas que a ella le parecían inoportunas y fuera de lugar.

En el fondo, Fera admiraba a Hugus por su “pasotismo” y su capacidad por hacer lo que sentía. Por su forma de vivir en el momento presente.

Y así siguió la historia de nuestros dos compañeros gusanitos, avanzando juntos en su viaje por la vida, hasta que un día el ciclo natural de su especie llamó a sus puertas.

Hugus seguía igual que siempre, moviéndose por la tierra, gusaneando por todos lados y, sobre todo, comiendo como una mala bestia -os confieso que me identifico más con el perfil de Hugus-.

Era el momento de pasar a otro ciclo. Hugus notaba como un anhelo por subirse por las plantas. Nunca le había llamado la atención las alturas… hasta ahora.
Él era de suelo y punto, pero esta vez era distinto. Algo en él le empujaba a tirar para “el cielo” y encontrar un sitio adecuado en donde colocarse.

Como siempre, seguía en su presente y escuchó lo que sentía. No esperó ni un solo segundo y decidió buscar el mejor sitio posible en las alturas. Para él era bastante fácil moverse y vivir con lo que se proponía porque, básicamente, llevaba haciéndolo desde el principio.

Pero, para nuestra señorita gusana era un poco distinto.

-Tengo miedo Hugus -le dice Fera-. Me dan miedo las alturas. Además no sé si tendré la fuerza necesaria para subirme ahí.

-No te preocupes Fera, yo te acompaño. Siento que debemos subir. Algo me dice que encontraremos una cosa increíble. Seguro que habrá comida muy rica y en abundancia en las alturas y además estarás aún más cerca de la luz esa que te gusta tanto.

-Vale te sigo, pero espérame.

Los dos gusanos comenzaron a subirse al tallo de una plantita bastante robusta. La planta medía aproximadamente un metro, el tallo principal era bastante ancho y resistente. Se podía contemplar que era una planta enraizada y muy generosa por sus hojas verdes y fuertes. Para un humano sería algo “insignificante”, pero para un gusano, subir aquello era como subir una montaña.

Al llegar casi al final del tallo, Fera observó que Hugus se comportaba de manera distinta. Llevaba ya tiempo viéndolo comer, por lo que le resultó extraño lo que observó a continuación: una sustancia blanquecina salía de su boca. Ella pensaba que se había atragantado, pero no. Era una sustancia viscosa y pegajosa y Hugus la estaba usando para cubrir por entero su cuerpo.

-¿Qué haces Hugus? -Dice Fera- Me estás dando miedo.

Hugus seguía en lo suyo, estaba completamente conectado con su tarea sin saber muy  bien qué estaba ocurriendo. Vivía su proceso y punto.

Mientras, Fera observaba con una mezcla emocional bastante interesante. Era miedo, con algo de asco pero, a la vez, estaba aprendiendo. Sin embargo, le entró un poco de pánico.

-Pero, ¿qué está pasando? Hugus, contéstame, ¿qué estás haciendo?

Hugus estaba tan metido en su tarea que ya no había quien lo parara. Fera comenzaba a sentirse sola, no entendía lo que estaba ocurriendo y se encontraba en un estado de inmovilidad. No sabía qué hacer y tampoco cómo reaccionar.

Hugus estaba casi cubierto por esa sustancia. Fera estaba inmovilizada. De repente, sintió como si algo quisiese salir de su boca, sentía la necesidad de expulsar algo. Para nosotros sería un proceso parecido a vomitar.

Pero ella no lo sentía así. Era una sensación agradable. Comenzó, para su sorpresa, a devolver un líquido blanco y pegajoso. No sabía lo que estaba ocurriendo.

¿Qué hacía ese líquido ahí?
¿Por qué no paraba de salir por su boca?

amistad

Se dio cuenta que era la misma sustancia que la de Hugus. Sin preguntarse por qué y tampoco el para qué, comenzó a recubrir su cuerpo con dicha materia.

Poco a poco, lo que ella dejaba alrededor de su cuerpo, comenzaba a endurecerse. Nadie la podía parar. Fera se encontraba como Hugus, necesitaba cubrirse a cualquier precio de aquel elemento blanquecino.

Pasaron horas. Hugus estaba ya en su crisálida viviendo otra etapa de su existencia y Fera estaba punto de terminar la suya.

Hugus tenía una crisálida fuerte y sana. Todos los alimentos ingeridos en su etapa como gusano reflejaban la fuerza de su crisálida.
Para Fera era otra cosa. Llegó a terminar su crisálida de milagro. Era una crisálida completa pero  muy delicada.

Pasaron semanas en las que nuestros dos gusanitos estuvieron encerrados en sus respectivas crisálidas. Durante este tiempo “la madre naturaleza” les puso un poco a prueba: viento, lluvia, humedad, calor… pero las armaduras de nuestros dos compañeros resistieron. Gracias a la intuición de Hugus y a la ubicación que eligió, las hojas de la planta pudieron proteger la crisálida de Fera.

Y llegó el día. Una de las crisálidas comenzó a abrirse. Poco a poco pudimos observar un punto de color oscuro saliendo hacia fuera. Parecía como una antenita, para dejar luego aparecer otra cosita negra pero un pelín más ancha.
Era una patita. Gracias a esa patita Fera podía romper poco a poco la crisálida.

Ella comenzaba a despertar de ese gran sueño profundo. Sentía la presión de la crisálida y también que todo su cuerpo había cambiado. Descubrió que tenía patas, que su cuerpo había cambiado de tamaño y, sobre todo, sentía algo que podía empujar desde su espalda.

Seguía atrapada en la crisálida, no era capaz de salir. Le faltaba fuerza. Por más que empujara la crisálida no se rompía.

Mientras, alguien o algo observaba desde fuera. Era una mirada de compasión y de mucha sabiduría. Totalmente en silencio, observaba la evolución de esa joven mariposa.

Fera gritaba de frustración y de rabia. Llamaba a Hugus pero nadie contestaba ni la ayudaba. Estaba sola. Se había pasado tanto tiempo criticando a Hugus que ahora se daba cuenta del valor de su compañero por haber estado siempre con ella y autorizarla, de una cierta manera, a estar con él en cualquier momento y circunstancia.

Pasaron horas y Fera decidió intentarlo de nuevo. Recordaba la fuerza de Hugus por querer vivir siempre lo que se proponía y nunca dejarse influenciar por ella ni nadie más. Recordaba que él vivía lo que se proponía y tiraba siempre hacía delante.

Esos recuerdos le insuflaron fuerza y coraje. Comenzó a colocar dos de sus patitas fuera de la crisálida y pudo romper otra parte dejando más espacio para poder sacar la cabeza.

Por primera vez tenía esperanzas. Contemplaba el mundo desde una nueva perspectiva. Seguía empujando. Las alas que tenía en su espalda comenzaron a abrirse dentro de la crisálida lo que creó más apertura aún.

Fera estaba a punto de salir. Tenía las tres cuartas partes de su cuerpo fuera. De repente, le vino a la cabeza que su compañero Hugus estaba también en su crisálida. Pudo girar un poco la cabeza y vio que la crisálida no estaba.

Fera se derrumbó entre llantos y pensó que Hugus no había logrado su transformación. Algo había pasado, estaba de nuevo sola y sin nadie para guiarla. Con un último empujón salió de la crisálida.

Era una mariposa muy linda y delgadita, como a ella le gustaba. Tenía unos colores preciosos de los que destacaban el amarillo y el rojo. También existía en su cuerpo un reflejo dorado y morado. Vamos, un pibón de mariposa.

Fera descubrió su nuevo cuerpo. Comenzó a mover las alitas. Descubrió que si las agitaba mucho podía levitar, incluso volar, pero todavía no estaba muy segura.

Había perdido la habilidad de gusanear. Era otra etapa.

Estaba observando su nuevo cuerpo, tampoco sabía lo que había pasado pero se sentía acorde con el nuevo cambio físico. Advertía en ella otras ganas y anhelos.

Vivía ahora como mariposa. Ella deseaba compartir eso con su gran compañero. Se sentía sola y, sobre todo, muy triste con la pérdida.
Recordó toda la etapa de gusano con cariño. Deseaba la presencia de Hugus.

Como siempre, la madre naturaleza, que tan pendiente está de sus habitantes, decidió emitir un mini guiño a la historia de nuestra gusanita mariposa: Una brisa de aire, un poco más fuerte de lo normal, la sorprendió desde atrás entrando en contacto con sus alas.

Todo pasó de repente. Fera acababa de salir de su capullo y no estaba todavía conectada con su nuevo cuerpo. Sin previo aviso se encontró cayendo en picado desde lo alto de la planta.

Una voz fuerte se escuchó a lo lejos.

-¡Abre las alas y vuela. Sé quien eres!

Sin esperar un instante Fera abrió sus alas y comenzó a agitarlas con todas sus fuerzas. En un instante, aún con poca estabilidad, estaba volando. Comenzó en ella un recogido emocional muy interesante.
Se encontraba entre la alegría, el miedo y el nerviosismo. La experiencia de volar era algo inesperado.

Cuando se estabilizó un poco pudo mirar en la dirección desde la que le llegó esa voz poderosa que le salvó la vida.

Era una mariposa grande y fuerte, de alas negras con manchas rojas. Su cuerpo era negro y brillaba con fuerza. Fera se quedó fascinada por su descubrimiento.
Era otra mariposa como ella pero más grande y fuerte. Se sentía intimidada y, a la vez, protegida a su lado.

-Hola Fera -le dice la mariposa grande.

-Hola -respondió Fera con una voz tímida y cortada.

-Bonito color -aseveró, con temple y tranquilidad, la mariposa grande.

-Gracias -contestó Fera completamente asombrada por la fuerza que desprendía esa mariposa que le había salvado la vida.

-Era necesario -afirma la mariposa grande.

-¿Qué era necesario?

-Que sufras para salir de la crisálida.

-¿Por qué? Estaba a punto de abandonarme y dejarme ir.

-Si no te esfuerzas cuando es necesario no desarrollarás la musculatura para luego poder volar. Llevo días observando cómo muchos otros compañeros murieron durante esa transición. Pensaba ayudarte a salir.

Lo hice con varios compañeros pero me di cuenta que, si los ayudaba a salir, no desarrollaban su musculatura y acababan muriendo cuando caían al suelo por no tener la suficiente fuerza para volar. Ahora, eres capaz de volar sola y me alegro.

-Pero, ¿quién eres?

Una risa sana y muy refrescante surgió de la mariposa grande.

-El hecho de haber gusaneado y comido tanto me permitió desarrollar la fuerza necesaria para construir una buena crisálida. Pude cumplir con mi desarrollo natural. En su momento no era consciente, seguía mis impulsos.

Ahora comprendo que cada etapa es necesaria. Tenemos que seguir lo que nos mueve  dentro de nosotros. Te amo, Fera, por eso te he acompañado en tu camino.

-¡Hugus! -exclamó Fera llena de excitación.

Al fin descubrió quién era el que le hablaba. Comenzó a voltear por todas partes sin saber por qué. Estaba tan alegre y emocionada que su cuerpo desprendía una luz especial.

Volvía a conectar con su compañero de viaje, pero algo había cambiado en ella. Esa transformación de gusano a mariposa no se había producido solamente en el cuerpo de Fera. Sus sentimientos hacía Hugus habían pasado de un enfado cariñoso a un amor y admiración profundos.

En ese conglomerado de sentimientos también había sitio para la  atracción que empezaba a sentir por su compañero… pero, de momento, vamos a centrarnos en esa admiración y ese amor hacia él.

-Hugus, ¿qué ha pasado? Pensaba que habías muerto.

-Salí de la crisálida varios días antes que tú y me dediqué a observar y comprender nuestro sistema evolutivo. Hemos tenido que pasar por etapas donde muchos ni siquiera logran completar la primera de ellas.
Básicamente, no vivieron lo que les correspondía en su momento. Desde mi ignorancia y/o intuición conseguí hacer lo que era correcto para nuestra evolución. Tú, al seguir “mis locuras” también pudiste salvarte, pero muchos de nuestros compañeros no han logrado llegar a la última etapa.

Las mariposas que ves volar por ahí respetaron su proceso evolutivo.

Los gusanos son gusanos, las crisálidas son crisálidas  y las mariposas son mariposas.

Aunque sean partes de un mismo ser, son tres etapas muy distintas donde cada una lleva un proceso muy marcado.

Cada etapa es independiente de la otra y, a la vez, están completamente unidas. Es imposible mezclar el conjunto. Podemos observar, podemos estar juntos pero no podemos comprendernos, porque cada etapa requiere un nivel de comprensión distinto.

Tenías que estar sola para la creación de tu capullo y también para aprender a salir de ello -le refirió Hugus-. Si te hubiera ayudado no habrías crecido correctamente para tu futuro desarrollo.

Mi mejor forma de acompañarte en tu desarrollo era esperarte y dejarte afrontar lo que te correspondía. Ahora, tú y yo tenemos el mismo estado y podemos seguir explorando el mundo. Un mundo con otra perspectiva de la vida.

Amistad= A mi estado.

De esta breve historia podemos contemplar que los cambios de estados son más que vitales.

Nosotros los humanos, en sí, no cambiamos de piel pero sí que tenemos en común lo que llamamos el envejecimiento.

El envejecimiento de nuestro físico tapa muchas veces algo que no pertenece a nuestro mundo físico. Es común en cualquier ser de este planeta; se llama consciencia.

Eso conlleva varios cambios en nuestro metabolismo y temperamento.

Pero, al igual que las mariposas, iremos pasando por cambios de estados. Estados de consciencia, lo que nos hará percibir el mundo desde otra perspectiva y, por lo tanto, desde otra realidad.

Al vivir otra realidad es vital que los que nos acompañen tengan una percepción similar, si no, habrá choques, conflictos y desacuerdos. Por supuesto, al igual que las mariposas pueden observar a sus compañeros gusanos, puedes estar tú también, de una cierta manera, observando tu entorno. Todo el mundo evoluciona, pero no al mismo tiempo y tampoco de la misma forma; de ahí nuestra principal diferencia. Si cambias de estado y ellos no, tu interacción con ellos cambiará.

Es necesario que comprendas que las relaciones entre seres es igual en cualquier parte del planeta. Puedes aparentar estar con ellos y, a veces, pensar que realmente eres como ellos, pero no. Estás en tu estado correcto, que corresponde también al estado correcto de otros. De ahí la conexión, o no, entre seres (amistad= a mi estado).

Es muy valioso comprender cuanto antes que estamos en un bucle evolutivo, pasando por etapas constantes de crecimiento y metamorfosis. Muchos de nosotros rechazamos estos cambios y no queremos, en absoluto, perder lo que conocemos como real.

La realidad ocurre en el cambio, y el cambio en el movimiento

En el caso de que no quieras cambiar no pasará nada, simplemente  perderás parte de tu proceso evolutivo. No todos los gusanos logran  ser mariposas y tampoco todos los humanos llegan a ser felices.

La coherencia de vivir cada etapa de tu vida es vital para tu desarrollo. Al igual que tú, todos tus seres queridos están en una espiral evolutiva y, según las decisiones que uno tome, tendrán o no acceso a la etapa siguiente.

Amistad = A mi estado, refleja que tus relaciones representan tu nivel evolutivo del momento. Dependerá de cada uno el decidir evolucionar juntos o no. VER EL DIRECTO SOBRE LA DEPENDENCIA EMOCIONAL

Espero que te ayude, como a mí en su momento, comprender que evolucionar juntos requiere respetar el proceso de cada uno respetando, ante todo, el proceso de uno mismo.